Dios nos creó a cada uno de nosotros por amor y a cada uno nos creó con un propósito especial. Este es el hermoso mensaje de Jesucristo y de su Evangelio. Al seguirlo a Él, encontramos la alegría que Dios desea para cada persona.
Pero no seguimos a Jesús individualmente. Estamos unidos como hijos e hijas dentro de la familia de Dios, que es la Iglesia. Y unidos en la Iglesia, llevamos a cabo la misión de Jesús: compartir la buena nueva del amor y la misericordia de Dios.
Es una gran alegría y privilegio para mí el seguir a Jesucristo junto con ustedes. Como su Arzobispo, su fe y dedicación a nuestro Señor, el amor que le dedican a nuestras familias y la compasión que muestran ante nuestro prójimo necesitado me mueve cada día a humildad y es toda una fuente de inspiración para mí.
Como sabemos, cada familia necesita hacer planes y prepararse para el futuro. Esto también es cierto por lo que respecta a la familia de Dios aquí en la Arquidiócesis
de Los Ángeles. Somos la comunidad católica más grande y diversa de los Estados Unidos y atendemos a millones de personas en los condados de Los Ángeles, Ventura y Santa Bárbara.
Conforme nuestra Iglesia sigue creciendo, también lo hacen nuestras necesidades y responsabilidades. Por eso, después de muchos meses de investigación y reflexión, de consulta y oración, hemos decidido emprender esfuerzos para renovar nuestra Iglesia. Nuestro objetivo es asegurar que nuestras parroquias, escuelas y ministerios continúen creciendo y puedan realizar inversiones críticas para servir a nuestros niños, familias y vecinos en los años venideros.
Nuestro lema, Llamados a Renovar, enfatiza mi deseo de que esta campaña sea tanto espiritual como material. Rezo para que nuestros esfuerzos sean una fuente de inspiración para que cada uno de nosotros renovemos nuestro compromiso espiritual y nuestro sentido de responsabilidad por la misión y el futuro de la Iglesia.
Les pido sus oraciones ahora que damos inicio a Llamados a Renovar. Tengan la certeza de que usted y sus familias están en las mías.
Que nuestra Santísima Madre María, la Reina de los Ángeles, vaya con nosotros cuando llamemos a nuestros hermanos y hermanas a renovar la familia de Dios aquí en la Arquidiócesis de Los Ángeles y a continuar el trabajo de construir el Reino de amor de Dios en nuestro mundo.
Fuimos creados con un propósito, y Cristo nos llama a cada uno de nosotros a que lo sigamos fielmente y a que nos comprometamos a renovar en la esperanza a nuestras familias, parroquias y comunidades. En este recorrido que dura toda la vida, descubrimos la gran alegría de vivir plenamente el Evangelio comprometiéndonos con una vida de oración, servicio y generosidad. Al seguir a Cristo, descubrimos nuestro propósito de vivir una fe plenamente viva. Como Iglesia local, el pueblo de Dios tiene un impacto significativo en sus propias comunidades y en la sociedad en general. Nuestras parroquias, escuelas y ministerios prestan sus servicios a cientos de miles de personas en el sur de California, tanto a católicos como a gente perteneciente a otras religiones. Al unirnos como Iglesia, vivimos nuestra misión de dar testimonio de la esperanza y de la transformación.
Una llamada a la renovación
Con las necesidades y costos crecientes del ministerio que aumentan año tras año, nuestras parroquias y ministerios enfrentan el desafío de hacer más con menos. Desde las necesidades urgentes de actualizar las instalaciones, hasta el deseo de desarrollar programas transformadores, hacen que muchos tengan dificultad para responder a los desafíos que tienen que enfrentar. Esto es especialmente cierto en el caso de aquellas parroquias con recursos más limitados, que con frecuencia son la única fuente de esperanza para las comunidades más amplias a las que prestan sus servicios. Después de mucha investigación, oración y cuidadoso discernimiento, la Arquidiócesis de Los Ángeles emprenderá un esfuerzo histórico para responder a través de Llamados a Renovar, una campaña que busca obtener $ 500 millones en donativos transformadores que le proporcionarán a nuestra iglesia local, tanto la muy necesaria flexibilidad para responder a necesidades sociales cruciales, como una inversión para las generaciones futuras. Sin alguna medida de dotación financiera, la Arquidiócesis sólo puede reaccionar en lugar de planificar y diseñar programas que ayuden proactivamente a nuestras parroquias y ministerios católicos.